Llegamos a esta ciudad en un traslado con una miniván. Es un monovolumen particular para doce personas, evidentemente, diez laosianos y nosotros. El viaje ha sido muy tranquilo, pues el conductor era muy cuidadoso y el tiempo no acompañaba.
El paisaje cada vez era más espectacular, la niebla metida entre montañas le daba un aspecto fantasmagórico.
Al llegar a Vang Vieng, nos encontramos con una pequeña localidad entregada al turismo, a orillas del río Nam Son, afluente del Mekong, y acotada entre montañas. Aquí se centralizan todas las actividades acuáticas: rafting, tubing, kayaquing y cualquier otra que podáis imaginar. Si a esto le sumamos que la cerveza es baratísima, nos da un resultado de: ordas de niñatos rubios que se pasean en chanclas y bañador, australianos y europeos en su mayoría, que por la mañana hacen actividades y por la tarde se concentran el los bares para beber y ver la TV. Con nosotros ha llegado un temporal de frío y lluvia, toda la tropa estaba helada de frío y en chanclas, eso sí, con las mesas llenas de cervezas.
A pesar de estas circunstancias, hemos querido hacer una parada técnica en el camino y pasar la noche. Al levantarnos hemos podido ver que el río está lleno de rápidos y las montañas llenas de cuevas, pero no las hemos podido visitar debido al temporal, lo que sí hemos podido ver, es que el enclave es espectacular.
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