Hoy cogeremos un bus para ir a Khajuraho desde Jhansi. Compramos los billetes y nos dan dos trozos de papel churretosos a cambio de 300 rupias, unos 5 €.
Después de esperar unos 40 minutos, el autobús se llena hasta la bandera y por fin arrancamos. Junto con unos 100 hindúes, viajamos nosotros, una pareja de polacos y una chica alemana. El viaje se hace muy duro, las carreteras son penosas y conducen como si llevasen ganado. Hacemos una parada a mitad de camino, donde se baja gente pero suben otros tantos, de hecho, durante parte del viaje llevamos incluso un motor grasiento cerca de nuestros asientos, por suerte lo bajaron rápido. Nuestras maletas van en la parte superior del autobús, junto a un montón de cajas de huevos y paquetes de todo tipo.
Finalmente tras 6 horas de viaje llegamos a nuestro destino. Nos vamos a cenar algo y pasear por el pueblo, ya es muy tarde y los templos han cerrado, mañana será otro día…
Al día siguiente nos disponemos a visitar el complejo principal de templos de Khajuraho.
Esto no es una ciudad, tan sólo son dos calles llenas de comercios, restaurantes y hoteles para los turistas y no tiene ninguna otra cosa interesante. A unos kilómetros hay una cascada, pero en estos momentos está más seca que la ‘pata perico’, aún así, te ofrecen visitarla. Aquí si que se ve mucho extranjero, sobre todo grupos de jubilados.
Según la leyenda, el hijo del dios lunar, Chardravarman, fundó Khajuraho. Descendió para seducir a una hermosa doncella mientras se bañaba en el arrollo. Durante las invasiones sus habitantes abandonaron la ciudad y los templos quedaron ocultos entre la maleza, hasta que en 1838 un oficial inglés guiado por los indígenas las redescubrió.
Hay dos conjuntos de templos, el conjunto occidental es el más espectacular y mejor conservado y el oriental que están más desperdigados al otro lado del pueblo, pero también están bien cuidados.
El primer templo que se visita es el de Varaha, que está dedicado a la reencarnación de Visnú en Jabalí. Su cuerpo está repleto de grabados.
Los templos de Lakshmana y Kandariya son los que están mejor conservados. Nos sorprende la gran cantidad de figuras con representaciones grabadas de todo tipo, eróticas, bélicas y de la vida cotidiana.
Una de las teorías acerca de estas figuras dice que se trataba de una especie de Kamasutra de piedra, un manual práctico para adolescentes. Otra teoría sobre Khajuraho afirma que son imágenes tántricas. La gratificación de los instintos básicos es un modo de lograr la iluminación. Se cree que bhoga (placer físico) y el yoga (ejercicio espiritual) son igual de válidos en la búsqueda del nirvana.
En total hemos visitado casi una veintena de templos, unos en mejor estado de conservación que otros y todos ellos esculpidos en piedra entre los años 900 y 1050 d.c.
En las siguientes imágenes que os mostramos podréis ver detalles no aptos para menores.
Hemos disfrutado mucho con esta visita, la verdad es que eran unos artistas en lo que a la escultura se refiere. Como podréis observar, el que se dedicaba a moldear, tenía buen ojo, mejores manos y evidentemente imaginación.
Hemos descubierto el restaurante Bella Italia, que en contra de nuestras sospechas se come muy bien. Tienen hasta un horno de leña y todo está supervisado por un chef italiano.
Esta tarde me he afeitado por segunda vez, pero en esta ocasión no ha habido masajito facial.
Mañana aventura dirección Satna y después Varanassi.
Descubrir algunos paises de Asia era algo que teníamos pendiente. El destino ha querido que podamos cumplir este objetivo. ¡Año nuevo, vida nueva!
domingo, 30 de enero de 2011
Khajuraho
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jueves, 27 de enero de 2011
Orchha
Tras un trayecto en tren a Jhansi, cogemos un tuc-tuc hasta la cercana ciudad de Orchha.
Cuando llegamos al hotel, lo tuvimos que comprobar dos veces, era todo un lujazo. Un jardín central y todas las habitaciones dispuestas a su alrededor. Cama con dosel y todas las comodidades. Ya nos lo merecíamos.
La primera impresión del pueblo es muy positiva, lo vemos todo muy limpio, comparado con lo anterior y no te abordan por la calle para comprar. Es una experiencia totalmente diferente a las vividas hasta ahora.
Entramos a comer a un chiringo callejero y nos liamos a charlar con dos franceses, Jean Marc y Agnès, de Biarritz. Una pareja muy viajera que nos ha facilitado direcciones de interés para el resto del viaje. Pasamos una tarde muy agradable con ellos e incluso nos invitaron a una cervecita marca 'Vasco'.
A la mañana siguiente, tras dormir bajo dosel, empezamos el día de maravilla. Visitamos unos ‘chhatris’ (cenotafios) que teníamos muy cerquita del hotel, están abandonados y cubiertos de maleza pero conseguimos entrar en uno de ellos y subir a lo más alto, desde arriba se divisa una panorámica espectacular de otros Chhatris junto al río Betwa.
Ángel se alegra, ya que por fin podemos contemplar algo parecido a un paisaje bonito, sin basuras ni vasos de ‘chai’ tirados por los suelos.
Visitamos el Raj Mahal y el templo de Ram Raja, tanto la cúpula como el templo son naranja y dorado. Es el único donde se venera a ‘Rama’ como si fuese un rey. En su interior un montón de ofrendas florales y mujeres cantando sin cesar.
Este pueblo es muy pequeño, y pasear por sus calles es muy agradable.
Al caer la noche, me he encontrado con unas niñas que me han invitado a jugar. El tablero de juego estaba dibujado con tiza sobre cemento, los dados eran pequeñas caracolas y las fichas palillos y trozos de pulsera de colores. Pinki y Shivani me han enseñado a jugar y hemos pasado un rato muy divertido. Para terminar una foto para despedirnos.
Nos quedaríamos aquí algún día más, pero ya está todo visto y debemos proseguir camino. Hoy Ángel ha comido por primera vez pollo, variando así la rutina, pero tenía tantas especias y era tan fuerte que, podría haber comido una patata o cualquier otra cosa en lugar del pollo y no darse ni cuenta.
Por la noche nos vigilan con sigilo.
Cuando llegamos al hotel, lo tuvimos que comprobar dos veces, era todo un lujazo. Un jardín central y todas las habitaciones dispuestas a su alrededor. Cama con dosel y todas las comodidades. Ya nos lo merecíamos.
La primera impresión del pueblo es muy positiva, lo vemos todo muy limpio, comparado con lo anterior y no te abordan por la calle para comprar. Es una experiencia totalmente diferente a las vividas hasta ahora.
Entramos a comer a un chiringo callejero y nos liamos a charlar con dos franceses, Jean Marc y Agnès, de Biarritz. Una pareja muy viajera que nos ha facilitado direcciones de interés para el resto del viaje. Pasamos una tarde muy agradable con ellos e incluso nos invitaron a una cervecita marca 'Vasco'.
A la mañana siguiente, tras dormir bajo dosel, empezamos el día de maravilla. Visitamos unos ‘chhatris’ (cenotafios) que teníamos muy cerquita del hotel, están abandonados y cubiertos de maleza pero conseguimos entrar en uno de ellos y subir a lo más alto, desde arriba se divisa una panorámica espectacular de otros Chhatris junto al río Betwa.
Ángel se alegra, ya que por fin podemos contemplar algo parecido a un paisaje bonito, sin basuras ni vasos de ‘chai’ tirados por los suelos.
Visitamos el Raj Mahal y el templo de Ram Raja, tanto la cúpula como el templo son naranja y dorado. Es el único donde se venera a ‘Rama’ como si fuese un rey. En su interior un montón de ofrendas florales y mujeres cantando sin cesar.
Este pueblo es muy pequeño, y pasear por sus calles es muy agradable.
Al caer la noche, me he encontrado con unas niñas que me han invitado a jugar. El tablero de juego estaba dibujado con tiza sobre cemento, los dados eran pequeñas caracolas y las fichas palillos y trozos de pulsera de colores. Pinki y Shivani me han enseñado a jugar y hemos pasado un rato muy divertido. Para terminar una foto para despedirnos.
Nos quedaríamos aquí algún día más, pero ya está todo visto y debemos proseguir camino. Hoy Ángel ha comido por primera vez pollo, variando así la rutina, pero tenía tantas especias y era tan fuerte que, podría haber comido una patata o cualquier otra cosa en lugar del pollo y no darse ni cuenta.
Por la noche nos vigilan con sigilo.
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martes, 25 de enero de 2011
Agra
Llegamos a Agra a las 7:30 de la mañana, esta vez el viaje en tren ha sido más tranquilo, aunque ninguno de los dos hemos dormido demasiado. Vamos al hotel, un poco cutre pero correcto para lo que aquí se estila, descargamos equipaje y nos vamos al Taj Mahal.
Cogemos un ciclorickshaw, tracción a dos piernas. El conductor es un señor muy mayor, nos lleva a la puerta sur del monumento. Extrañamente no hay colas, parece que entraremos directamente, sin esperas.
Tras pasar el control policial, accedemos los jardines. Estilo persa, un cuadrado dividido en cuatro partes por canales de agua, evidentemente están vacíos, pues de lo contrario ya tendríamos a cientos de hindúes lavándose los pies y haciendo gárgaras con el agua y esa no sería una bonita postal para los turistas occidentales que somos los que pagamos la entrada a precio elevado, mientras que a ellos que son legión, les cuesta seis veces menos.
La vista del Taj es preciosa según te vas acercando, es blanco y no tiene palomas, lo mantienen muy limpio, cosa rara en India. Myriam tiene los pelos de punta.
Su simetría es total y absoluta. Sus cuatro caras son idénticas y una de ellas, la norte se asoma al río Yamuna.
Grabaciones de las citas del Corán y las composiciones de los adornos son también de mármol, como un puzzle cuidadosamente incrustado en las fachadas. ¡Es una pasada!
El cielo no está del todo azul, pues Agra es otra ciudad-vertedero totalmente contaminada. No se lo que durará este monumento sano y salvo.
Myriam lo lleva mejor, pero yo después de casi un mes en India ya empiezo a estar algo harto de tanta guarrada y comienzo a preocuparme por mi salud mental, de hecho, anoche tuve un sueño en el cual la deriva continental se aceleraba varios miles de millones de veces y, en pocas horas, todo el subcontinente indio terminaba de incrustarse bajo el Himalaya…
En fin, seguimos con el Taj...
Los cuatro alminares del Taj están ligeramente inclinados hacia fuera, otra genialidad del arquitecto, en caso de terremoto caerían hacia fuera y nunca sobre el Taj.
Imágenes de la entrada del templo, ya sobre la gran plataforma de mármol que lo sustenta:
Entramos al Taj, y por dentro decepciona un poco. Es una tumba y por tanto es muy austero, en su interior por cierto, al tener que entrar descalzos había un pestazo a pies importante. Fotografiar dentro del Taj está prohibido, pero los nativos pasan de todo, hacen fotos incluso con flash, por tanto nosotros no íbamos a ser menos:
Reto conseguido, otra maravilla del mundo más para nuestras retinas y el recuerdo.
Cogemos un ciclorickshaw, tracción a dos piernas. El conductor es un señor muy mayor, nos lleva a la puerta sur del monumento. Extrañamente no hay colas, parece que entraremos directamente, sin esperas.
Tras pasar el control policial, accedemos los jardines. Estilo persa, un cuadrado dividido en cuatro partes por canales de agua, evidentemente están vacíos, pues de lo contrario ya tendríamos a cientos de hindúes lavándose los pies y haciendo gárgaras con el agua y esa no sería una bonita postal para los turistas occidentales que somos los que pagamos la entrada a precio elevado, mientras que a ellos que son legión, les cuesta seis veces menos.
La vista del Taj es preciosa según te vas acercando, es blanco y no tiene palomas, lo mantienen muy limpio, cosa rara en India. Myriam tiene los pelos de punta.
Su simetría es total y absoluta. Sus cuatro caras son idénticas y una de ellas, la norte se asoma al río Yamuna.
Grabaciones de las citas del Corán y las composiciones de los adornos son también de mármol, como un puzzle cuidadosamente incrustado en las fachadas. ¡Es una pasada!
El cielo no está del todo azul, pues Agra es otra ciudad-vertedero totalmente contaminada. No se lo que durará este monumento sano y salvo.
Myriam lo lleva mejor, pero yo después de casi un mes en India ya empiezo a estar algo harto de tanta guarrada y comienzo a preocuparme por mi salud mental, de hecho, anoche tuve un sueño en el cual la deriva continental se aceleraba varios miles de millones de veces y, en pocas horas, todo el subcontinente indio terminaba de incrustarse bajo el Himalaya…
En fin, seguimos con el Taj...
Los cuatro alminares del Taj están ligeramente inclinados hacia fuera, otra genialidad del arquitecto, en caso de terremoto caerían hacia fuera y nunca sobre el Taj.
Imágenes de la entrada del templo, ya sobre la gran plataforma de mármol que lo sustenta:
Entramos al Taj, y por dentro decepciona un poco. Es una tumba y por tanto es muy austero, en su interior por cierto, al tener que entrar descalzos había un pestazo a pies importante. Fotografiar dentro del Taj está prohibido, pero los nativos pasan de todo, hacen fotos incluso con flash, por tanto nosotros no íbamos a ser menos:
Reto conseguido, otra maravilla del mundo más para nuestras retinas y el recuerdo.
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