Llegar hasta esta ciudad ha sido toda una odisea. Tomamos un autobús a las 7 de la mañana, se supone que el trayecto es de 170Km. y se tarda unas seis horas.
El desplazamiento hasta Chitwan lo hacemos en paralelo al río Seti, sus aguas son de color chocolate y siempre acaban de alguna forma en el Ganges.
Numerosos arrozales en todo el trayecto y como siempre, los habitantes se desplazan por las estrechas carreteras, todo un peligro ya que nos encontramos con agricultores cargados, obras en pleno proceso y los niños dirigiéndose al colegio, más vale no mirar.
En este país, como ya habíamos comentado anteriormente, los ciudadanos hacen huelga día si y día también para presionar al gobierno, después de cinco años siguen sin haber escrito la constitución.
Al llegar a la central de autobuses, una vulgar explanada de tierra, nos pareció que no se trataba de un autobús turístico sino de un bus local, pero la mitad del pasaje era guiri y por lo visto no había otro medio de transporte.
Cuando llevábamos casi dos horas de trayecto pararon en el arcén e hicieron bajarse a todos lo nepalíes, esto ya nos hizo sospechar, algo iba a ocurrir. De repente, de morros nos encontramos con un gran piquete que tenía cortada la carretera principal.
No podíamos pasar porque se trataba de una compañía determinada. El calor era agobiante, no había ni un pedacito de sombra y evidentemente no llevábamos aire que no fuera el que entraba por las ventanas. Al final, todos abajo para poder respirar. Intentamos hablar con los revolucionarios pero no les pudimos convencer. Pretendían tenernos hasta las seis de la tarde parados. Todos los turistas hicimos las llamadas a nuestros destinos para avisar, fue un caos.
Cuando llegaba algún autobús claramente turístico no había problema, retiraban barreras y pasaban, pero nosotros allí seguíamos, nos faltaba el distintivo azul. Cada vez que llegaba algún vehículo, una masa humana se arremolinaban a su alrededor y con la mirada registraban a cada uno de los viajeros.
Finalmente y como por arte de magia la solución llegó en poco más de hora y media, nos hicieron dar un rodeo por un puerto de montaña y llevar a dos pasajeras nepalíes. Una buena solución ante lo que nos hubiera esperado.
Un par de kilómetros más adelante, recogemos a todo el pasaje nepalí que llevaba esperando durante todo este tiempo bajo la sombra de un árbol. Los reubicaron a todos como si de la India se tratase.
Finalmente llegamos y nos recogen en otra explanada, nos alojamos en el Chitwan Village Resort, aquí a todos los hoteles les llaman resorts.
El tiempo es mucho más caluroso y la humedad es elevada, la ducha se convierte en nuestra mejor amiga.
Al atardecer fuimos a un ‘centro cultural’ para ver el ‘stick dance’, una especie de danza con largos palos que si se descuidan se desnucan los unos a los otros.
En los alrededores del parque viven indígenas Tharu, se asentaron en el bosque llamado el tarai huyendo de los mongoles, en la frontera entre Nepal y la India. Dicen que sus grandes protectores eran los mosquitos transmisores de la malaria, pues han desarrollado cierta resistencia a la enfermedad mortal.
Parque Nacional de Chitwan
Al día siguiente, muy temprano, nos adentramos en el parque nacional para hacer Bird Watching. El lugar es un paraíso para las aves, verde, verde y más verde y siempre con el río Rapti en los alrededores, en sus aguas habitan los gaviales, los cocodrilos con el hocico alargado.
Cuentan con más de 450 especies diferentes de aves y 65 tipos de mariposas, la vegetación es ribereña y crecen más de 70 especies de hierba.
Al otro lado del río los monos campan a sus anchas. Pudimos ver como un macaco ‘intentaba’ cazar a un pavo real que observaba el parque desde la copa de un árbol. Fue emocionante ver acercarse al mono como el que no quiere la cosa. De rama en rama, la distancia al pavo iba disminuyendo, pero éste no perdía ripio y cuando más cerca estaba su atacante, a sólo un salto, echó a volar dejando al mico sin desayuno. Él lo había intentado.
Por la tarde hicimos un recorrido a lomos de un elefante por la jungla. Todo por ver al rinoceronte de un solo cuerno. El camino estaba muy empantanado, todo lleno de agujeros de las pisadas de los elefantes y el bosque es muy frondoso, tenemos que ir con cuidado con las ramas de los árboles.
En el elefante se suben cuatro personas, una en cada esquina del asiento. Tuvimos mala suerte y nos tocó un matrimonio hindú con un niño. Imaginaos la ilusión que le hizo a Ángel. A los diez minutos al niño le dio por dormirse y su cabeza continuamente nos daba en la espalda. El papá hindú era de grandes dimensiones y además portaba un paraguas para el sol, con él nos daba golpes en la cabeza y les declaramos la guerra, empezó la lucha por unos centímetros de espacio, uno codo por aquí y otro por allá.
Después de un rato y tras pasear por la espesa jungla pudimos ver al rinoceronte asiático, con sólo un cuerno y en peligro de extinción.
Hace algunos años su número se había reducido a menos de 100, pero actualmente cuentan con unos 400 ejemplares. En su edad adulta puede llegar a medir unos 180cm. de alto y poseen una armadura muy espesa, según dicen es difícil de penetrar incluso con una bala.
Actualmente el ejército protege a estos animales castigando severamente a los cazadores furtivos. Por lo visto, todos y cada uno de los órganos de este animal son un remedio a un montón de supersticiones.
A pesar de que por lo visto hay unos 120 tigres de Bengala en este parque, con tanto elefante tampoco pudimos verlo. La caza furtiva también les afecta, pero principalmente el gran problema es la pérdida gradual de su hábitat. Cada ejemplar necesita unos 60Km. de espacio y este parque no es lo suficientemente grande para tantos tigres.
Otros mamíferos silvestres se pasean con toda tranquilidad por el parque, evidentemente siempre teniendo en cuenta a sus depredadores, se trata de los grupos o rebaños de las las cuatro especies de venado (ciervos y antílopes): el más numeroso es el elegante chital o axis axis, también el majestuoso ciervo sambar o cervus unicolor, el axis menor y el muntjac.
Descubrir algunos paises de Asia era algo que teníamos pendiente. El destino ha querido que podamos cumplir este objetivo. ¡Año nuevo, vida nueva!
viernes, 27 de mayo de 2011
miércoles, 25 de mayo de 2011
Pokhara
Llegar desde Kathmandú nos ha llevado unas siete horas para 200Km. Por suerte era cómodo y pudimos hacer un buen viaje.
Por el camino pudimos ver la deficiencia que tiene este país con la energía eléctrica, inventan cualquier cosa para convivir con ella.
Antiguamente esta era una zona de difícil acceso, de hecho la primera carretera la terminaron en 1968, a partir de este momento comenzó a crecer el turismo por su cercanía a la cordillera, en la actualidad la calidad de las carreteras es penosa, es como si no las hubieran mantenido desde entonces.
Al pasar por el centro de la ciudad nos recordó a la India, pero la zona turística se ubica alrededor de un lago, todas las guesthouses, restaurantes, cajeros automáticos y puestos de artesanía se reparten por esa zona.
En Lago Phewa es uno de los mayores atractivos de esta ciudad. En mitad del lago hay una pequeña isla a la que sólo se puede acceder en barca, allí se encuentra el templo Barahi. Al otro lado de la orilla en lo alto del cerro la Peace Pagoda.
El lago es bastante grande, las barquitas navegan por sus aguas y las garzas blancas anidan en sus árboles.
Desde allí la vista de las montañas es excelente, pero habitualmente es imposible verlas, pues las nubes forman parte del paisaje.
Pokhara se encuentra en una antigua pero importante ruta comercial entre Tíbet e India y en esta ciudad hay muchos tibetanos refugiados desde hace más de 50 años. No tienen los papeles en regla, por lo que no pueden trabajar y se dedican a vender artesanía por la calle, en definitiva, llevan la tienda a cuestas y tratan de vender cualquier souvenir a los turistas.
Se trata del punto de inicio y final de los trekkings por los Annapurnas y es paso obligado para todos los turistas, de hecho nos volvimos a encontrar con el grupo de coreanos, ellos a nosotros nos reconocieron y nos saludaron, pero a nosotros todos nos parecían iguales.
A la vuelta del trekking nos tomamos un par de días para recuperarnos y tuvimos la suerte de tener un rato despejado y por fin ver las montañas. La vista era magnífica.
Por el camino pudimos ver la deficiencia que tiene este país con la energía eléctrica, inventan cualquier cosa para convivir con ella.
Antiguamente esta era una zona de difícil acceso, de hecho la primera carretera la terminaron en 1968, a partir de este momento comenzó a crecer el turismo por su cercanía a la cordillera, en la actualidad la calidad de las carreteras es penosa, es como si no las hubieran mantenido desde entonces.
Al pasar por el centro de la ciudad nos recordó a la India, pero la zona turística se ubica alrededor de un lago, todas las guesthouses, restaurantes, cajeros automáticos y puestos de artesanía se reparten por esa zona.
En Lago Phewa es uno de los mayores atractivos de esta ciudad. En mitad del lago hay una pequeña isla a la que sólo se puede acceder en barca, allí se encuentra el templo Barahi. Al otro lado de la orilla en lo alto del cerro la Peace Pagoda.
El lago es bastante grande, las barquitas navegan por sus aguas y las garzas blancas anidan en sus árboles.
Desde allí la vista de las montañas es excelente, pero habitualmente es imposible verlas, pues las nubes forman parte del paisaje.
Pokhara se encuentra en una antigua pero importante ruta comercial entre Tíbet e India y en esta ciudad hay muchos tibetanos refugiados desde hace más de 50 años. No tienen los papeles en regla, por lo que no pueden trabajar y se dedican a vender artesanía por la calle, en definitiva, llevan la tienda a cuestas y tratan de vender cualquier souvenir a los turistas.
Se trata del punto de inicio y final de los trekkings por los Annapurnas y es paso obligado para todos los turistas, de hecho nos volvimos a encontrar con el grupo de coreanos, ellos a nosotros nos reconocieron y nos saludaron, pero a nosotros todos nos parecían iguales.
A la vuelta del trekking nos tomamos un par de días para recuperarnos y tuvimos la suerte de tener un rato despejado y por fin ver las montañas. La vista era magnífica.
viernes, 20 de mayo de 2011
Annapurna Trekking
Nos desplazamos hasta Pokhara, que es una zona desde donde se pueden realizar los trekking más ‘fáciles’ es decir, los de no son de altísima montaña. Tomamos un autobús que tarda unas 7h. en hacer unos 200Km. al oeste de Kathmandú. Hemos contratado un guía que nos acompañará de principio a fin, él se encargará de proporcionarnos todos los transportes, alojamiento y manutención durante los cinco días que estaremos por el macizo. Evidentemente él tiene todos los gastos pagados por nosotros. Teniendo en cuenta el momento en que se encuentra Nepal, hemos preferido que nos acompañase alguien local, cierran continuamente las ciudades y a veces es difícil contratar los desplazamientos.
A la llegada a Pokhara era ya tarde y sólo nos instalamos en el hotel, preparamos las mochilas pequeñas con lo imprescindible para el trekking y lo demás se queda en el mismo hotel.
A la mañana siguiente tuvimos que salir muy temprano, pues nuevamente había programada otra huelga y Pokhara se cerraría a las 6 de la mañana, esto nos obligó a cambiar de planes y levantarnos a las 4:30 para salir a las 5 en punto, nos recogió un coche para llevarnos hasta Nayapul, a unos 40Km. En este punto hay que hacer un control de acceso al parque natural de los Annapurna y desde aquí comienza el trekking.
Mientras nuestro guía cumple con los trámites, nosotros tomamos un desayuno, ¡maldito desayuno!… Huevos fritos, tostadas y dos cafés con leche, uno de ellos, el de Myriam, con aspecto y color algo extraño. Ella avisa… ‘este café con leche tiene un color extraño’, pero yo, que soy un caballero, en vez de pedir que lo cambien digo… ‘ya me lo bebo yo’. A los 18 segundos de bebérmelo mi estómago me hace saber que he cometido un error. En fin, ahí estaba yo, a punto de comenzar un trekking de 5 días por la montaña con una diarrea espeluznante… Tras tres visitas al ‘toilet’ del bar en 10 minutos comenzamos a caminar, rollo de papel higiénico en mano y adelante.
Esta primera parte del trekking no fue especialmente dura, aunque siempre era ascendiendo, se combinaban rampas de tierra con algunos tramos de escaleras de piedra, pero siempre en los alrededores de asentamientos de agricultores que viven al pie de las montañas.
Aprovechando las empinadas pendientes, terrazas de plantaciones de arroz y maíz decoran el paisaje, los búfalos buscan los pasos para llegar a cada una de ellas.
Todavía no estamos a mucha altura, la vegetación es exuberante y el calor atiza que da gusto, comenzamos a sudar y mi barriga me obliga a detenerme frecuentemente, por suerte, todo está muy bien organizado y existen casas habilitadas con aseos públicos (letrinas) y te permiten descansar y comprar agua y comida.
Tras 3 horas caminando nos detuvimos a comer. Cuando continuamos el camino, las escaleras de piedra comienzan a predominar sobre los caminos de tierra. Se trata de enormes escaleras construidas por los mismos habitantes de los pueblos de las montañas, entre hace 200 y 250 años, sin más ayuda que sus manos, es una obra de ingeniería alucinante, pues estamos hablando de kilómetros de escaleras de piedra que unen multitud de pueblos, algunos de ellos muy remotos, por ellas únicamente circulan personas y animales de carga.
La jornada inicial es fácil, por suerte para mí. Terminamos de caminar sobre las 2 de la tarde y nos alojamos en una casa de montaña donde éramos los únicos huéspedes. Ducha, relax, disfrute de los pajaritos, cena y a la cama, que el día siguiente promete ser mucho más duro.
La segunda jornada tendríamos que caminar y ascender desde los 1450m. hasta los 2850m., donde se encuentra el pueblo de Gorepani, todo ello caminando sobre escalones enormes de piedra la mayor parte del tiempo, un palizón. Nuestro guía nos iba animando, pero entre el calor, la humedad y el ‘problemilla estomacal’ que no remitía, se hizo muy duro.
Durante todo el camino hemos visto a porteadores con cestas a la espalda y sujetas a la frente. Todos ellos se dedican a llevar todo tipo de mercancía a los pueblos desperdigados en la cordillera, hemos visto incluso algunos que portaban a sus mayores. Los porteadores o ‘sherpas’, también los contratan algunos viajeros que se dirigen al campo base del Annapurna, van cargados hasta arriba de peso, son hombres de acero.
Otros simplemente iban cargados con enormes cestos de mimbre donde subían cualquier tipo de carga, no importa ni la edad ni el sexo.
Debido a la dureza del recorrido, parábamos cada 15 ó 20 minutos para descansar y recuperar el aliento. En el trayecto íbamos encontrándonos con un grupo de coreanos muy simpáticos y superequipados que llevaban nuestra misma ruta. Las piernas comenzaban a doler y el papel higiénico a terminarse…
Afrontamos las últimas 3 horas de ascensión con la reserva. El paisaje era brutal, nos encontrábamos inmersos en una selva encajonados en una garganta de paredes altísimas que nos impedían disfrutar de las cumbres, pero ya intuíamos que las veríamos pronto.
En esta última parte del recorrido nos encontramos con Marcos, un chaval argentino al que conocimos la noche anterior en el hotel de Pokhara, a partir de ahí seguimos el camino juntos.
Mi ‘problemilla estomacal’ me traía de cabeza, no sólo no había mejorado sino que cuando paramos para almorzar no pude comer nada, el cuerpo no me admitía ningún alimento, para colmo, al no retener los líquidos comenzaba a marearme y a sentir algún calambre en las piernas. Quedaba poco para llegar al final de la etapa, había que esforzarse un poco más.
Por fin llegamos a Gorepani, un pueblo en lo alto de una montaña a casi 3000 metros de altura. Tras alojarnos en nuestras habitaciones y darnos una buena ducha con agua caliente, nuestro guía me había conseguido dos manzanas que me sentaron de maravilla y la guinda fue el consejo del guía de Marcos: 'You need a garlic soup’. Esa fue mi cena y el principio de mi recuperación, las manzanitas y la sopita de ajo, todo un remedio casero.
Tras la cena, salimos a disfrutar de la puesta de sol, justo allí arriba ya podíamos divisar entre las nubes las cumbres del Himalaya. Ante nosotros, el Annapurna South, Annapurna I, el Dhaulagiri y el Nilgiri, todas ellas de entre 7000 y 8200 metros de altura. ¡Alucinante!
Para completar mi dosis de desgracias, vi que en mi pantalón había sangre, al levantarlo, pude ver como en mi pierna había una pequeña herida que sangraba, justo en la zona de la espinilla, no daba crédito, pues no me dolía nada ni había sentido ningún dolor. Tras limpiar la zona pude ver la heridita en forma de semicírculo, no cesaba de sangrar. Cuando la vieron los guías se rieron y no le dieron importancia… Me había picado una puñetera sanguijuela, que tras haberse puesto ciega durante unos 10 minutos chupando, se había soltado ella solita y me había dejado el agujerito que, con el anticoagulante natural que inoculan, seguía sangrando minutos después. Por lo visto, con la humedad que hay por aquí es normal, las hay a patadas, trepan por la bota y por el calcetín, buscan donde engancharse y… ¡a chupar! Me hubiese gustado verla para decirle cuatro cosas, pero bueno, de recuerdo ahora tengo un redondelito rojo muy original en la pierna.
El tercer día debíamos salir al amanecer y ascender hasta Phon Hill, desde allí se puede disfrutar de vistas privilegiadas de las montañas, pero no fue posible, había una densa capa de nubes que lo ocultaba todo. Con buen criterio, nuestros guías nos dejaron descansar unas horas más. Marcos y su guía regresaban de vuelta por el mismo camino, mientras nosotros debíamos continuar dos días más para rodear la montaña.
Durante la jornada de hoy, y ya por fin con mi problema digestivo muy mejorado, nos dirigimos hasta la localidad de Tadapani. Otras 5 ó 6 horas de caminata, combinando subidas y bajadas con tramos llanos, pero en general más bajada que subida. Comenzamos sobre los 3000m, para ascender hasta los 3200 y posteriormente descender hasta los 2595 metros al final de la etapa de hoy.
La primera parte del recorrido atravesamos una zona alucinante de bosque cerrado, además había niebla, podías sentir la humedad en la piel. Por momentos parecía que un dinosaurio podría salir de entre la maleza. Por suerte, lo que nos encontramos fueron caballos salvajes.
Al mediodía ya habíamos descendido lo suficiente y Lorenzo apretaba lo suyo. Decidimos parar a comer en una casa de huéspedes, junto al río, donde mientras nos preparaban la comida (sopita de ajo y pasta) Myriam se entretenía haciendo fotos a las aves o bien ayudando a la señora de la casa a poner a secar hojas de espinacas, aquí lo secan todo.
La última parte del camino fue dura, tras todo el día descendiendo, una fuerte pendiente nos separaba de Tadapani. Allí volvimos a ‘cazar’ a los coreanos, que a su vez nos habían sobrepasado durante la comida. Los paisajes eran espectaculares:
Llegamos arriba, ¡por fin! Una vez alojados en nuestro hotelito se cerraron las nubes y se puso a llover. Las montañas permanecían invisibles, aunque esperábamos poder verlas. Justo coincidiendo con los últimos reflejos del ocaso, ya sin sol, comenzó a despejar y pudimos volver a ver la cordillera del Himalaya ante nosotros.
Los coreanos, que acababan de llegar, se volvieron medio locos…
Tras la cena, sopita calentita… nos fuimos a ver las estrellas. La noche era alucinante, pues había despejado por completo y teníamos sobre nosotros un cielo único. Aprovechamos para intentar hacer alguna fotografía nocturna del movimiento estelar con el Himalaya de fondo. La humedad, que además empapaba la óptica de la cámara, no nos dejó permanecer allí fuera mucho tiempo.
Movimiento circumpolar sobre la cumbre del Annapurna South: 18 minutos de exposición, F-5,6 a ISO 800 y con un huevo de humedad.
A la mañana siguiente Myriam salió disparada de la habitación justo cuando amanecía y cámara en mano se dispuso a tomar algunas fotografías antes de que, como es normal, las nubes lo cubriesen todo de nuevo.
Las cumbres del Annapurna South y del Machhapuchhre, de 7219 y 6993 respectivamente.
Tras desayunar nos pusimos nuevamente en marcha. La siguiente etapa nos debía llevar hasta Syauli Bazar.
Todo el trayecto era de bajada, pues ya habíamos subido durante dos días, cuando empezamos a bajar escalones también empezó a llover, no os podéis imaginar hasta que punto pueden llegar a sufrir las rodillas tras varios kilómetros de escalones y piedras. Con ganas de llegar también teníamos que tener en cuenta los resbalones. Las piedras son lisas y tienen su peligro, pero es alucinante con la facilidad que bajan los niños con chancletas y corriendo.
Los paisajes volvían a ser alucinantes, para variar.
De nuevo nos acercábamos a zonas más pobladas y los lugareños se dejaban ver durante sus quehaceres cotidianos.
Los burros, también protagonistas de la escena.
Finalmente conseguimos llegar a nuestro destino, cenar y descansar toda la noche a pierna suelta. Una vez más toda la casa de huéspedes para nosotros solos. Nos duelen todos los huesos del cuerpo, pero ha merecido la pena llegar hasta aquí.
A la mañana siguiente nuestro guía nos dice que tiene noticias desde Pokhara, hay programada otra huelga y la ciudad estará cerrada hasta última hora de la tarde, con lo cual, nos ‘da la mañana libre’. No saldremos de Syauli Bazar hasta después de comer. Matamos el tiempo persiguiendo y observando pájaros, descansando, jugando con una cabrita y echando una partida de cartas con los dueños de la guesthouse, todos fueron encantadores con nosotros.
Al final para la despedida, foto de grupo.
No sólo los dueños del hotel se despidieron de nosotros:
La última parte del descenso nos tomó sólo una hora. Habíamos finalizado el trekking sanos y salvos. Tras el control policial en la salida del parque nacional, tomamos un Jeep y nos fuimos directos a Pokhara, toca ducharse en condiciones y descansar un par de días, nos lo hemos ganado.
A la llegada a Pokhara era ya tarde y sólo nos instalamos en el hotel, preparamos las mochilas pequeñas con lo imprescindible para el trekking y lo demás se queda en el mismo hotel.
A la mañana siguiente tuvimos que salir muy temprano, pues nuevamente había programada otra huelga y Pokhara se cerraría a las 6 de la mañana, esto nos obligó a cambiar de planes y levantarnos a las 4:30 para salir a las 5 en punto, nos recogió un coche para llevarnos hasta Nayapul, a unos 40Km. En este punto hay que hacer un control de acceso al parque natural de los Annapurna y desde aquí comienza el trekking.
Mientras nuestro guía cumple con los trámites, nosotros tomamos un desayuno, ¡maldito desayuno!… Huevos fritos, tostadas y dos cafés con leche, uno de ellos, el de Myriam, con aspecto y color algo extraño. Ella avisa… ‘este café con leche tiene un color extraño’, pero yo, que soy un caballero, en vez de pedir que lo cambien digo… ‘ya me lo bebo yo’. A los 18 segundos de bebérmelo mi estómago me hace saber que he cometido un error. En fin, ahí estaba yo, a punto de comenzar un trekking de 5 días por la montaña con una diarrea espeluznante… Tras tres visitas al ‘toilet’ del bar en 10 minutos comenzamos a caminar, rollo de papel higiénico en mano y adelante.
Esta primera parte del trekking no fue especialmente dura, aunque siempre era ascendiendo, se combinaban rampas de tierra con algunos tramos de escaleras de piedra, pero siempre en los alrededores de asentamientos de agricultores que viven al pie de las montañas.
Aprovechando las empinadas pendientes, terrazas de plantaciones de arroz y maíz decoran el paisaje, los búfalos buscan los pasos para llegar a cada una de ellas.
Todavía no estamos a mucha altura, la vegetación es exuberante y el calor atiza que da gusto, comenzamos a sudar y mi barriga me obliga a detenerme frecuentemente, por suerte, todo está muy bien organizado y existen casas habilitadas con aseos públicos (letrinas) y te permiten descansar y comprar agua y comida.
Tras 3 horas caminando nos detuvimos a comer. Cuando continuamos el camino, las escaleras de piedra comienzan a predominar sobre los caminos de tierra. Se trata de enormes escaleras construidas por los mismos habitantes de los pueblos de las montañas, entre hace 200 y 250 años, sin más ayuda que sus manos, es una obra de ingeniería alucinante, pues estamos hablando de kilómetros de escaleras de piedra que unen multitud de pueblos, algunos de ellos muy remotos, por ellas únicamente circulan personas y animales de carga.
La jornada inicial es fácil, por suerte para mí. Terminamos de caminar sobre las 2 de la tarde y nos alojamos en una casa de montaña donde éramos los únicos huéspedes. Ducha, relax, disfrute de los pajaritos, cena y a la cama, que el día siguiente promete ser mucho más duro.
La segunda jornada tendríamos que caminar y ascender desde los 1450m. hasta los 2850m., donde se encuentra el pueblo de Gorepani, todo ello caminando sobre escalones enormes de piedra la mayor parte del tiempo, un palizón. Nuestro guía nos iba animando, pero entre el calor, la humedad y el ‘problemilla estomacal’ que no remitía, se hizo muy duro.
Durante todo el camino hemos visto a porteadores con cestas a la espalda y sujetas a la frente. Todos ellos se dedican a llevar todo tipo de mercancía a los pueblos desperdigados en la cordillera, hemos visto incluso algunos que portaban a sus mayores. Los porteadores o ‘sherpas’, también los contratan algunos viajeros que se dirigen al campo base del Annapurna, van cargados hasta arriba de peso, son hombres de acero.
Otros simplemente iban cargados con enormes cestos de mimbre donde subían cualquier tipo de carga, no importa ni la edad ni el sexo.
Debido a la dureza del recorrido, parábamos cada 15 ó 20 minutos para descansar y recuperar el aliento. En el trayecto íbamos encontrándonos con un grupo de coreanos muy simpáticos y superequipados que llevaban nuestra misma ruta. Las piernas comenzaban a doler y el papel higiénico a terminarse…
Afrontamos las últimas 3 horas de ascensión con la reserva. El paisaje era brutal, nos encontrábamos inmersos en una selva encajonados en una garganta de paredes altísimas que nos impedían disfrutar de las cumbres, pero ya intuíamos que las veríamos pronto.
En esta última parte del recorrido nos encontramos con Marcos, un chaval argentino al que conocimos la noche anterior en el hotel de Pokhara, a partir de ahí seguimos el camino juntos.
Mi ‘problemilla estomacal’ me traía de cabeza, no sólo no había mejorado sino que cuando paramos para almorzar no pude comer nada, el cuerpo no me admitía ningún alimento, para colmo, al no retener los líquidos comenzaba a marearme y a sentir algún calambre en las piernas. Quedaba poco para llegar al final de la etapa, había que esforzarse un poco más.
Por fin llegamos a Gorepani, un pueblo en lo alto de una montaña a casi 3000 metros de altura. Tras alojarnos en nuestras habitaciones y darnos una buena ducha con agua caliente, nuestro guía me había conseguido dos manzanas que me sentaron de maravilla y la guinda fue el consejo del guía de Marcos: 'You need a garlic soup’. Esa fue mi cena y el principio de mi recuperación, las manzanitas y la sopita de ajo, todo un remedio casero.
Tras la cena, salimos a disfrutar de la puesta de sol, justo allí arriba ya podíamos divisar entre las nubes las cumbres del Himalaya. Ante nosotros, el Annapurna South, Annapurna I, el Dhaulagiri y el Nilgiri, todas ellas de entre 7000 y 8200 metros de altura. ¡Alucinante!
Para completar mi dosis de desgracias, vi que en mi pantalón había sangre, al levantarlo, pude ver como en mi pierna había una pequeña herida que sangraba, justo en la zona de la espinilla, no daba crédito, pues no me dolía nada ni había sentido ningún dolor. Tras limpiar la zona pude ver la heridita en forma de semicírculo, no cesaba de sangrar. Cuando la vieron los guías se rieron y no le dieron importancia… Me había picado una puñetera sanguijuela, que tras haberse puesto ciega durante unos 10 minutos chupando, se había soltado ella solita y me había dejado el agujerito que, con el anticoagulante natural que inoculan, seguía sangrando minutos después. Por lo visto, con la humedad que hay por aquí es normal, las hay a patadas, trepan por la bota y por el calcetín, buscan donde engancharse y… ¡a chupar! Me hubiese gustado verla para decirle cuatro cosas, pero bueno, de recuerdo ahora tengo un redondelito rojo muy original en la pierna.
El tercer día debíamos salir al amanecer y ascender hasta Phon Hill, desde allí se puede disfrutar de vistas privilegiadas de las montañas, pero no fue posible, había una densa capa de nubes que lo ocultaba todo. Con buen criterio, nuestros guías nos dejaron descansar unas horas más. Marcos y su guía regresaban de vuelta por el mismo camino, mientras nosotros debíamos continuar dos días más para rodear la montaña.
Durante la jornada de hoy, y ya por fin con mi problema digestivo muy mejorado, nos dirigimos hasta la localidad de Tadapani. Otras 5 ó 6 horas de caminata, combinando subidas y bajadas con tramos llanos, pero en general más bajada que subida. Comenzamos sobre los 3000m, para ascender hasta los 3200 y posteriormente descender hasta los 2595 metros al final de la etapa de hoy.
La primera parte del recorrido atravesamos una zona alucinante de bosque cerrado, además había niebla, podías sentir la humedad en la piel. Por momentos parecía que un dinosaurio podría salir de entre la maleza. Por suerte, lo que nos encontramos fueron caballos salvajes.
Al mediodía ya habíamos descendido lo suficiente y Lorenzo apretaba lo suyo. Decidimos parar a comer en una casa de huéspedes, junto al río, donde mientras nos preparaban la comida (sopita de ajo y pasta) Myriam se entretenía haciendo fotos a las aves o bien ayudando a la señora de la casa a poner a secar hojas de espinacas, aquí lo secan todo.
La última parte del camino fue dura, tras todo el día descendiendo, una fuerte pendiente nos separaba de Tadapani. Allí volvimos a ‘cazar’ a los coreanos, que a su vez nos habían sobrepasado durante la comida. Los paisajes eran espectaculares:
Llegamos arriba, ¡por fin! Una vez alojados en nuestro hotelito se cerraron las nubes y se puso a llover. Las montañas permanecían invisibles, aunque esperábamos poder verlas. Justo coincidiendo con los últimos reflejos del ocaso, ya sin sol, comenzó a despejar y pudimos volver a ver la cordillera del Himalaya ante nosotros.
Los coreanos, que acababan de llegar, se volvieron medio locos…
Tras la cena, sopita calentita… nos fuimos a ver las estrellas. La noche era alucinante, pues había despejado por completo y teníamos sobre nosotros un cielo único. Aprovechamos para intentar hacer alguna fotografía nocturna del movimiento estelar con el Himalaya de fondo. La humedad, que además empapaba la óptica de la cámara, no nos dejó permanecer allí fuera mucho tiempo.
Movimiento circumpolar sobre la cumbre del Annapurna South: 18 minutos de exposición, F-5,6 a ISO 800 y con un huevo de humedad.
A la mañana siguiente Myriam salió disparada de la habitación justo cuando amanecía y cámara en mano se dispuso a tomar algunas fotografías antes de que, como es normal, las nubes lo cubriesen todo de nuevo.
Las cumbres del Annapurna South y del Machhapuchhre, de 7219 y 6993 respectivamente.
Tras desayunar nos pusimos nuevamente en marcha. La siguiente etapa nos debía llevar hasta Syauli Bazar.
Todo el trayecto era de bajada, pues ya habíamos subido durante dos días, cuando empezamos a bajar escalones también empezó a llover, no os podéis imaginar hasta que punto pueden llegar a sufrir las rodillas tras varios kilómetros de escalones y piedras. Con ganas de llegar también teníamos que tener en cuenta los resbalones. Las piedras son lisas y tienen su peligro, pero es alucinante con la facilidad que bajan los niños con chancletas y corriendo.
Los paisajes volvían a ser alucinantes, para variar.
De nuevo nos acercábamos a zonas más pobladas y los lugareños se dejaban ver durante sus quehaceres cotidianos.
Los burros, también protagonistas de la escena.
Finalmente conseguimos llegar a nuestro destino, cenar y descansar toda la noche a pierna suelta. Una vez más toda la casa de huéspedes para nosotros solos. Nos duelen todos los huesos del cuerpo, pero ha merecido la pena llegar hasta aquí.
A la mañana siguiente nuestro guía nos dice que tiene noticias desde Pokhara, hay programada otra huelga y la ciudad estará cerrada hasta última hora de la tarde, con lo cual, nos ‘da la mañana libre’. No saldremos de Syauli Bazar hasta después de comer. Matamos el tiempo persiguiendo y observando pájaros, descansando, jugando con una cabrita y echando una partida de cartas con los dueños de la guesthouse, todos fueron encantadores con nosotros.
Al final para la despedida, foto de grupo.
No sólo los dueños del hotel se despidieron de nosotros:
La última parte del descenso nos tomó sólo una hora. Habíamos finalizado el trekking sanos y salvos. Tras el control policial en la salida del parque nacional, tomamos un Jeep y nos fuimos directos a Pokhara, toca ducharse en condiciones y descansar un par de días, nos lo hemos ganado.
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