Es la capital del país y al mismo tiempo la ciudad más grande de Nepal. Está situada en un valle junto al río Vushnumati a una altura de unos 1300 msnm.
Esta ciudad guarda similitudes con las ciudades indias; el caos total y absoluto de sus calles que además se encuentran en mal estado y el desorden del tráfico, sin embargo hay notables diferencias, aquí no hay mierda por las calles y sus gentes son mucho más agradables.
La ciudad antigua es famosa por la gran cantidad de templos y palacios budistas e hinduistas, la mayoría de ellos son del siglo XVII, pero muchos de los monumentos han sido dañados por terremotos y sobretodo por la polución.
Por toda la ciudad hay cientos de pequeños templos, stupas y estatuas que veneran, recordarlos todos es tarea imposible.
La fragilidad y antigüedad de las construcciones parece que no es motivo suficiente para conservarlas, en ellas se ubican los vendedores como si de sus casas se tratara.
Pasear por el centro de Thamel tiene su gracia, aunque son pocas las calles que están adoquinadas, compartes espacio con docenas de ciclos de colores y motos que circulan por ellas, siempre debes ir sorteándolos, volvemos a convivir con los sonidos de las bocinas. Ver a las personas cargados de la cabeza a los pies impresiona, hemos llegado a ver a un señor cargando una nevera... ¡Sin palabras!
Un día nos despertó un repicar de platillos y tambores, se celebraba el aniversario del nacimiento de Buda, toda la ciudad se vistió de colores, miles de banderas adornaban todas las casas y calles de la ciudad. Por la tarde pudimos ver las comparsas, carruajes y grupos de personas celebrando este día.
Es muy curioso ver durante todo el día a grupos de estudiantes en dirección a sus escuelas. Todos uniformados, pequeños, medianos y mayores.
El color de tres hermanos llaman la atención por la calle y unas niñas nos enseñan los libros de texto, estudian en hindi, nepalí e inglés, fue muy divertido.
La plaza del mercado es una zona con mucha vida, gritan para llamar la atención y algunas vacas y terneros buscan algún aperitivo perdido.
En todas sus calles colindantes todo tipo de comercios. Las tiendas están agrupadas en función de su gremio. Encontramos la zona de la ropa de imitación, de bricolaje, de los mecánicos, de cereales, de zapaterías, de modistos, de arte y mandalas y una muy curiosa; la de los dentistas.
En una esquina cercana a los odontólogos hay una figura en la que los nepalíes tratan de buscar un huequecito para clavar una moneda, con ello creen poder calmar cualquier dolor dental. Los dentistas exhiben una gama de dientes que el cliente puede elegir y colocárselo posteriormente.
Uno de los días, pudimos observar desde un puente peatonal elevado, el paso de una enorme manifestación formada íntegramente por motoristas.
Durbar Square
Se trata del corazón de la ciudad. Alrededor de la plaza se ubican palacios y templos entre los que se encuentra el Kasthamandap o Casa de Madera, que es la que le da su nombre a esta ciudad.
La estructura más imponente de la plaza es la pagoda del Templo de Taleju. Construida para la familia real en el siglo XVI y sólo abre sus puertas al público una vez al año. Los nepalíes acostumbran a subir las escaleras y observar desde allí el bullicio de la plaza. La vista es muy amena.
Durante todo el día esta plaza tiene gran actividad, a pesar de tener acceso libre, a los turistas nos cobran 300 rupias por visitarla y pasear por ella, aunque con un poco de picardía entras por otra calle y asunto solucionado. El hecho de cobrar, es debido al sello otorgado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. En ellas se instalan los que creen ser buenos guías y cuando te ven te ofrecen sus servicios para contarte las historias, son incansables.
Los templos son de estilo newarí y algunos se alzan sobre plataformas escalonadas en forma piramidal, en lo alto la construcción de madera con varios tejados.
Hay numerosos templos repartidos por la gran plaza: el templo de Ashok Binayak, en honor del dios-elefante, el templo de Krishna, el de Kashtha Mandap, que dicen que lo construyeron con la madera de un solo árbol, el de Tarana Devi, que es tántrico, el de Jagannath que es famoso por sus tallas eróticas y el de Ikha Narayan que tiene una imagen de Vishnú del siglo X.
También encontramos el Kumari Ghar, es un palacio en el que vive una niña que se supone que es la reencarnación de la diosa Kumari. Para los hinduistas es la diosa viviente o niña diosa. Se trata de una pequeña, que es elegida curiosamente entre la comunidad budista, exactamente entre el gremio de los joyeros y que dejará de ser diosa cuando tenga la primera menstruación. La miman hasta el punto de impedir que toque el suelo, siempre la llevan en brazos y alguna vez que otra la dejan asomarse a una ventana.
En mitad de la plaza se ubica el Royale Palace, un edificio blanco que resalta entre los demás templos, hoy en día convertido en museo.
Stupa de Boudahanath
Se trata de la mayor stupa de Nepal, dicen que fue construida en el siglo V y se le conoce como el mini Tíbet de Nepal. Es un lugar de peregrinación y meditación budista y la verdad es que nos recordó muchísimo a Tíbet, ya que recorren en perímetro de la stupa mientras hacen girar sus molinillos.
Está coronada por una cúpula dorada donde resaltan enormemente los grandes Ojos de Buda. Su base tiene forma de mandala y está rodeada de cuatro Gompas, monasterios budistas e infinidad de comercios. En lo alto algunas personas se encargan de verter un líquido naranja con la que manchan de forma circular la cúpula blanca.
Durante los días que pasamos en esta ciudad nos alojamos en Madhuban Guest House, un hotelito muy sencillo y económico donde, como en casi todos los hoteles en Asia, trabaja un gran número de gente joven. Ellos se encargan de todo y fueron muy amables en todo momento con nosotros.
También hemos podido degustar uno de los platos típicos, el filete de búfalo con su guarnición, después de tanto fideo se agradece.
Descubrir algunos paises de Asia era algo que teníamos pendiente. El destino ha querido que podamos cumplir este objetivo. ¡Año nuevo, vida nueva!
miércoles, 1 de junio de 2011
viernes, 27 de mayo de 2011
Chitwan
Llegar hasta esta ciudad ha sido toda una odisea. Tomamos un autobús a las 7 de la mañana, se supone que el trayecto es de 170Km. y se tarda unas seis horas.
El desplazamiento hasta Chitwan lo hacemos en paralelo al río Seti, sus aguas son de color chocolate y siempre acaban de alguna forma en el Ganges.
Numerosos arrozales en todo el trayecto y como siempre, los habitantes se desplazan por las estrechas carreteras, todo un peligro ya que nos encontramos con agricultores cargados, obras en pleno proceso y los niños dirigiéndose al colegio, más vale no mirar.
En este país, como ya habíamos comentado anteriormente, los ciudadanos hacen huelga día si y día también para presionar al gobierno, después de cinco años siguen sin haber escrito la constitución.
Al llegar a la central de autobuses, una vulgar explanada de tierra, nos pareció que no se trataba de un autobús turístico sino de un bus local, pero la mitad del pasaje era guiri y por lo visto no había otro medio de transporte.
Cuando llevábamos casi dos horas de trayecto pararon en el arcén e hicieron bajarse a todos lo nepalíes, esto ya nos hizo sospechar, algo iba a ocurrir. De repente, de morros nos encontramos con un gran piquete que tenía cortada la carretera principal.
No podíamos pasar porque se trataba de una compañía determinada. El calor era agobiante, no había ni un pedacito de sombra y evidentemente no llevábamos aire que no fuera el que entraba por las ventanas. Al final, todos abajo para poder respirar. Intentamos hablar con los revolucionarios pero no les pudimos convencer. Pretendían tenernos hasta las seis de la tarde parados. Todos los turistas hicimos las llamadas a nuestros destinos para avisar, fue un caos.
Cuando llegaba algún autobús claramente turístico no había problema, retiraban barreras y pasaban, pero nosotros allí seguíamos, nos faltaba el distintivo azul. Cada vez que llegaba algún vehículo, una masa humana se arremolinaban a su alrededor y con la mirada registraban a cada uno de los viajeros.
Finalmente y como por arte de magia la solución llegó en poco más de hora y media, nos hicieron dar un rodeo por un puerto de montaña y llevar a dos pasajeras nepalíes. Una buena solución ante lo que nos hubiera esperado.
Un par de kilómetros más adelante, recogemos a todo el pasaje nepalí que llevaba esperando durante todo este tiempo bajo la sombra de un árbol. Los reubicaron a todos como si de la India se tratase.
Finalmente llegamos y nos recogen en otra explanada, nos alojamos en el Chitwan Village Resort, aquí a todos los hoteles les llaman resorts.
El tiempo es mucho más caluroso y la humedad es elevada, la ducha se convierte en nuestra mejor amiga.
Al atardecer fuimos a un ‘centro cultural’ para ver el ‘stick dance’, una especie de danza con largos palos que si se descuidan se desnucan los unos a los otros.
En los alrededores del parque viven indígenas Tharu, se asentaron en el bosque llamado el tarai huyendo de los mongoles, en la frontera entre Nepal y la India. Dicen que sus grandes protectores eran los mosquitos transmisores de la malaria, pues han desarrollado cierta resistencia a la enfermedad mortal.
Parque Nacional de Chitwan
Al día siguiente, muy temprano, nos adentramos en el parque nacional para hacer Bird Watching. El lugar es un paraíso para las aves, verde, verde y más verde y siempre con el río Rapti en los alrededores, en sus aguas habitan los gaviales, los cocodrilos con el hocico alargado.
Cuentan con más de 450 especies diferentes de aves y 65 tipos de mariposas, la vegetación es ribereña y crecen más de 70 especies de hierba.
Al otro lado del río los monos campan a sus anchas. Pudimos ver como un macaco ‘intentaba’ cazar a un pavo real que observaba el parque desde la copa de un árbol. Fue emocionante ver acercarse al mono como el que no quiere la cosa. De rama en rama, la distancia al pavo iba disminuyendo, pero éste no perdía ripio y cuando más cerca estaba su atacante, a sólo un salto, echó a volar dejando al mico sin desayuno. Él lo había intentado.
Por la tarde hicimos un recorrido a lomos de un elefante por la jungla. Todo por ver al rinoceronte de un solo cuerno. El camino estaba muy empantanado, todo lleno de agujeros de las pisadas de los elefantes y el bosque es muy frondoso, tenemos que ir con cuidado con las ramas de los árboles.
En el elefante se suben cuatro personas, una en cada esquina del asiento. Tuvimos mala suerte y nos tocó un matrimonio hindú con un niño. Imaginaos la ilusión que le hizo a Ángel. A los diez minutos al niño le dio por dormirse y su cabeza continuamente nos daba en la espalda. El papá hindú era de grandes dimensiones y además portaba un paraguas para el sol, con él nos daba golpes en la cabeza y les declaramos la guerra, empezó la lucha por unos centímetros de espacio, uno codo por aquí y otro por allá.
Después de un rato y tras pasear por la espesa jungla pudimos ver al rinoceronte asiático, con sólo un cuerno y en peligro de extinción.
Hace algunos años su número se había reducido a menos de 100, pero actualmente cuentan con unos 400 ejemplares. En su edad adulta puede llegar a medir unos 180cm. de alto y poseen una armadura muy espesa, según dicen es difícil de penetrar incluso con una bala.
Actualmente el ejército protege a estos animales castigando severamente a los cazadores furtivos. Por lo visto, todos y cada uno de los órganos de este animal son un remedio a un montón de supersticiones.
A pesar de que por lo visto hay unos 120 tigres de Bengala en este parque, con tanto elefante tampoco pudimos verlo. La caza furtiva también les afecta, pero principalmente el gran problema es la pérdida gradual de su hábitat. Cada ejemplar necesita unos 60Km. de espacio y este parque no es lo suficientemente grande para tantos tigres.
Otros mamíferos silvestres se pasean con toda tranquilidad por el parque, evidentemente siempre teniendo en cuenta a sus depredadores, se trata de los grupos o rebaños de las las cuatro especies de venado (ciervos y antílopes): el más numeroso es el elegante chital o axis axis, también el majestuoso ciervo sambar o cervus unicolor, el axis menor y el muntjac.
El desplazamiento hasta Chitwan lo hacemos en paralelo al río Seti, sus aguas son de color chocolate y siempre acaban de alguna forma en el Ganges.
Numerosos arrozales en todo el trayecto y como siempre, los habitantes se desplazan por las estrechas carreteras, todo un peligro ya que nos encontramos con agricultores cargados, obras en pleno proceso y los niños dirigiéndose al colegio, más vale no mirar.
En este país, como ya habíamos comentado anteriormente, los ciudadanos hacen huelga día si y día también para presionar al gobierno, después de cinco años siguen sin haber escrito la constitución.
Al llegar a la central de autobuses, una vulgar explanada de tierra, nos pareció que no se trataba de un autobús turístico sino de un bus local, pero la mitad del pasaje era guiri y por lo visto no había otro medio de transporte.
Cuando llevábamos casi dos horas de trayecto pararon en el arcén e hicieron bajarse a todos lo nepalíes, esto ya nos hizo sospechar, algo iba a ocurrir. De repente, de morros nos encontramos con un gran piquete que tenía cortada la carretera principal.
No podíamos pasar porque se trataba de una compañía determinada. El calor era agobiante, no había ni un pedacito de sombra y evidentemente no llevábamos aire que no fuera el que entraba por las ventanas. Al final, todos abajo para poder respirar. Intentamos hablar con los revolucionarios pero no les pudimos convencer. Pretendían tenernos hasta las seis de la tarde parados. Todos los turistas hicimos las llamadas a nuestros destinos para avisar, fue un caos.
Cuando llegaba algún autobús claramente turístico no había problema, retiraban barreras y pasaban, pero nosotros allí seguíamos, nos faltaba el distintivo azul. Cada vez que llegaba algún vehículo, una masa humana se arremolinaban a su alrededor y con la mirada registraban a cada uno de los viajeros.
Finalmente y como por arte de magia la solución llegó en poco más de hora y media, nos hicieron dar un rodeo por un puerto de montaña y llevar a dos pasajeras nepalíes. Una buena solución ante lo que nos hubiera esperado.
Un par de kilómetros más adelante, recogemos a todo el pasaje nepalí que llevaba esperando durante todo este tiempo bajo la sombra de un árbol. Los reubicaron a todos como si de la India se tratase.
Finalmente llegamos y nos recogen en otra explanada, nos alojamos en el Chitwan Village Resort, aquí a todos los hoteles les llaman resorts.
El tiempo es mucho más caluroso y la humedad es elevada, la ducha se convierte en nuestra mejor amiga.
Al atardecer fuimos a un ‘centro cultural’ para ver el ‘stick dance’, una especie de danza con largos palos que si se descuidan se desnucan los unos a los otros.
En los alrededores del parque viven indígenas Tharu, se asentaron en el bosque llamado el tarai huyendo de los mongoles, en la frontera entre Nepal y la India. Dicen que sus grandes protectores eran los mosquitos transmisores de la malaria, pues han desarrollado cierta resistencia a la enfermedad mortal.
Parque Nacional de Chitwan
Al día siguiente, muy temprano, nos adentramos en el parque nacional para hacer Bird Watching. El lugar es un paraíso para las aves, verde, verde y más verde y siempre con el río Rapti en los alrededores, en sus aguas habitan los gaviales, los cocodrilos con el hocico alargado.
Cuentan con más de 450 especies diferentes de aves y 65 tipos de mariposas, la vegetación es ribereña y crecen más de 70 especies de hierba.
Al otro lado del río los monos campan a sus anchas. Pudimos ver como un macaco ‘intentaba’ cazar a un pavo real que observaba el parque desde la copa de un árbol. Fue emocionante ver acercarse al mono como el que no quiere la cosa. De rama en rama, la distancia al pavo iba disminuyendo, pero éste no perdía ripio y cuando más cerca estaba su atacante, a sólo un salto, echó a volar dejando al mico sin desayuno. Él lo había intentado.
Por la tarde hicimos un recorrido a lomos de un elefante por la jungla. Todo por ver al rinoceronte de un solo cuerno. El camino estaba muy empantanado, todo lleno de agujeros de las pisadas de los elefantes y el bosque es muy frondoso, tenemos que ir con cuidado con las ramas de los árboles.
En el elefante se suben cuatro personas, una en cada esquina del asiento. Tuvimos mala suerte y nos tocó un matrimonio hindú con un niño. Imaginaos la ilusión que le hizo a Ángel. A los diez minutos al niño le dio por dormirse y su cabeza continuamente nos daba en la espalda. El papá hindú era de grandes dimensiones y además portaba un paraguas para el sol, con él nos daba golpes en la cabeza y les declaramos la guerra, empezó la lucha por unos centímetros de espacio, uno codo por aquí y otro por allá.
Después de un rato y tras pasear por la espesa jungla pudimos ver al rinoceronte asiático, con sólo un cuerno y en peligro de extinción.
Hace algunos años su número se había reducido a menos de 100, pero actualmente cuentan con unos 400 ejemplares. En su edad adulta puede llegar a medir unos 180cm. de alto y poseen una armadura muy espesa, según dicen es difícil de penetrar incluso con una bala.
Actualmente el ejército protege a estos animales castigando severamente a los cazadores furtivos. Por lo visto, todos y cada uno de los órganos de este animal son un remedio a un montón de supersticiones.
A pesar de que por lo visto hay unos 120 tigres de Bengala en este parque, con tanto elefante tampoco pudimos verlo. La caza furtiva también les afecta, pero principalmente el gran problema es la pérdida gradual de su hábitat. Cada ejemplar necesita unos 60Km. de espacio y este parque no es lo suficientemente grande para tantos tigres.
Otros mamíferos silvestres se pasean con toda tranquilidad por el parque, evidentemente siempre teniendo en cuenta a sus depredadores, se trata de los grupos o rebaños de las las cuatro especies de venado (ciervos y antílopes): el más numeroso es el elegante chital o axis axis, también el majestuoso ciervo sambar o cervus unicolor, el axis menor y el muntjac.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)