sábado, 7 de mayo de 2011

Lhasa

En el aeropuerto de Xi’an embarcamos con destino a Lhasa. Jamás habíamos pasado un control policial tan minucioso y ordenado. Los que embarcábamos en ese vuelo debíamos pasar filtros adicionales: revisan el permiso especial, te miran el pasaporte y leen cada letra de tu nombre en varias ocasiones y casi tienes que desnudarte para pasar el control.

Viajamos en un avión totalmente repleto de chinos, sólo había dos asientos ocupados por ojos redondos, o sea, nosotros dos.

El viaje fue impresionante, el avión se abría paso entre las cimas de las montañas que estaban casi a nuestra altura. En dos horas llegábamos a nuestro destino.


Una vez recogemos el equipaje nos dirigimos a la salida de la terminal, allí multitud de guías aguardaban a sus clientes con cartelitos escritos en chino, entre todos ellos pudimos ver a uno que tenía escritura occidental, era el nuestro.

El nuevo paisaje que nos rodea es totalmente diferente al visto hasta ahora. Lo primero que nos sorprende es la luz, el azul del cielo y la falta de oxígeno que ya podemos notar.

Nos dirigimos a Lhasa en lo que va a ser nuestro transporte particular durante nuestra estancia. El camino discurre junto a un río, podemos disfrutar de manadas de yaks pastando, de multitud de patos en las aguas, de las montañas que nos rodean totalmente áridas debido a la falta de oxígeno, no crece ni un brote verde, pero podemos ver algunas cimas nevadas y otras llenas de banderines de colores al viento, la postal es impresionante.



Durante el trayecto nuestro guía nos empezó a dar instrucciones que nos preocuparon: "mucho cuidado, Tíbet no es como el resto de China, prohibido hacer fotos a la policía, a las armas, a la estación de ferrocarril"… no sé, todo era algo extraño, demasiada tensión. Después comenzamos a comprender la realidad de esta zona del mundo.

De camino paramos en el arcén para visitar unas pinturas en las rocas, se trataba de Buda con un gran horno de incienso donde los tibetanos hacen sus oraciones.


Al llegar al hotel, el mismo guía se encarga de hacer todos los trámites e incluso nos acompaña a nuestra habitación, se quedó con nuestro permiso de acceso y nos dejó claro que él era nuestro responsable en Tíbet. Una vez en la habitación y dado que teníamos un par de días libres, el guía trató por todos los medios de que utilizásemos sus servicios de forma gratuita para no estar solos en ningún momento. Finalmente conseguimos hacerle desistir. Creemos que tenía miedo de que hiciésemos alguna foto comprometedora o algo así, pues dice que tiene que responder de nosotros.

Una anécdota curiosa surgió cuando por unos minutos el guía traspapeló nuestro permiso y no lo encontraba, bajó como una exhalación a la recepción y subió las escaleras corriendo. Finalmente el permiso estaba en su mochila y pudimos ver la cara de terror que traía, le latía el corazón a mil. Comprendimos automáticamente que aquí rigen normas muy severas. Probablemente se hubiera metido en un gran lío.

Decidimos tomar contacto con la ciudad inmediatamente. La plaza principal estaba repleta de gente, pero lo que nos dejó atónitos fue ver decenas de policías apostados en todas las esquinas, militares armados paseando en formación y vehículos antidisturbios, todo esto mientras observaban atentamente a los turistas y a cientos de tibetanos, monjes, mujeres y ancianos que giraban alrededor del templo recitando sus oraciones mientras hacen girar sus molinos.


Es todo muy extraño, militares y fieles conviven casi ignorándose, para nosotros es una sensación muy incómoda, nos preguntamos…. ¿Qué daño puede hacer esta gente pobre y desarmada?

No comprendemos bien el conflicto que existe, pues nos falta muchísima información, pero lo que si percibimos inmediatamente es que esta ciudad esta OCUPADA MILITARMENTE.

Ya queremos darle a la cámara, pero no nos atrevemos a fotografiar demasiado, todo está controladísimo y nos han avisado.

La calle Barkhor

Está en la zona antigua de la ciudad de Lhasa, a unos 100m. de nuestro hotel. Es una calle muy carismática y gira en torno al Templo Jokhang, es totalmente circular. Aquí, esta calle tiene mucha importancia, de hecho es uno de los símbolos para su población.

El templo está delimitado por unas columnas en cada uno de sus cuatro vértices, en ellas los tibetanos cuelgan sus oraciones en forma de pañuelos de colores, alrededor de ellas miles de tibetanos cada día rodean el templo en el sentido de las agujas del reloj. Portan en su mano izquierda un rosario y en la derecha el molino que a su vez hacen girar en el mismo sentido.







Nos sentamos en una zona del recorrido para ver pasar a los fieles. Es mágico, tiene una atmósfera mística que no puedes ignorar. Sus gentes son muy amables con nosotros, al vernos nos sonríen y bendicen, no nos podemos sentir mejor.





Ver a toda esta gente en su procesión diaria es algo que no podemos describir, hay que verlo para entenderlo, forma parte de su día a día.

Durante todo el recorrido, el colorido de sus calles combinado con la luz de la ciudad hace que quedes anestesiado observando el panorama. En los laterales de las calles cientos de tenderetes que venden todo tipo de artilugios, recuerdos y objetos exóticos.





Hay muchos tenderetes de incienso, pero el que realmente es original es el de mantequilla de yak, los tibetanos ofrecen cucharadas de mantequilla a sus iconos, rellenan unos cuencos que siempre tienen llamas encendidas.


Una de las características diferentes de los chinos es que aquí los hombres llevan sombrero de ala, y muchos tibetanos llevan trenzas trenzadas con hilo de seda de colores, tanto hombres como mujeres, luego se hacen un nudo en la cabeza y ¡listos!




Respecto a la comida, no tenemos nada que objetar, los momos de yack están riquísimos y seguimos encontrando los típicos churros para desayunar, en cualquier sitio se come fenomenal y en la misma calle siempre tienes algún recurso.


Templo Jokhang

Este templo está ubicado en un lateral de la plaza y forma parte del recorrido de la calle Barknor. Es el más famoso de los templos budistas en el Tíbet. Fue construido aproximadamente en el año 642, durante la dinastía Tang.


En su interior tiene numerosos altares y varias grandes habitaciones decoradas.
También guarda una imagen de Jowo, el joven Buda y todo está repleto de vasijas llenas de mantequilla líquida, en las que encienden las mechas en forma de quinqué. Lamentablemente su interior no está permitido fotografiarlo.

Tiene una altura de cuatro pisos, con tejados cubiertos de azulejos de bronce dorado. Es de diseño Vihara de la India, más tarde, por lo visto le fueron incluyendo detalles nepalíes.

En lo más alto del tejado se pueden ver dos ciervos dorados (aunque en la foto sólo se ve a uno) que custodian una rueda de dharma.


La parte superior del templo tiene unas terrazas desde donde las vistas de la plaza son magníficas.


Algo muy curioso de ver es cómo trabajan en la reconstrucción de algunas zonas. Grupos de personas, en su mayoría mujeres, golpean con un palo de madera la cornisa para aplanarla y compactarla. La dejan perfectamente lisa y mientras trabajan cantan para amenizar la jornada.


En la entrada del templo hay un gran molino que los fieles hacen girar y en la misma puerta hay decenas de personas que hacen un ritual. Se trata de estirarse tocando las palmas de la mano, rodillas y frente todo lo largo de cada uno en el suelo, en plancha ¡vamos! Este ejercicio lo hacen en repetidas ocasiones.


Norbulingka

Es el Palacio de Verano donde los Dalai Lama residían sólo en el período estival desde 1780 hasta la ocupación de Tíbet por China en 1950.



La extensión del palacio y sus jardines es enorme. Se pueden visitar varios pabellones en los que los Dalai Lamas hacían diferentes actividades.


Tiene varias capillas, jardines, fuentes, estanques, cuadras y hasta un zoo. Actualmente los jardines son populares lugares de merienda y proporcionan un hermoso escenario para espectáculos teatrales, danza y festivales.


Está en la lista de Patrimonio de la Humanidad otorgado por la UNESCO junto con el Palacio de Potala y el Monasterio de Jokhang.

Monasterio Drepung

Está situado en el pie de una montaña. En tibetano Drepung significa ‘la bóveda de los cultivos’.

En la montaña existen pinturas con todo su colorido característico y en la cima uno de los Budas con gorro amarillo.


Al estar en la misma montaña todo es un sube y baja, escaleras por aquí y por allá, pero merece la pena el esfuerzo.

En el año 1464, una academia de Lamas se estableció en este monasterio con las cuatro escuelas diferentes.




Algunas zonas de este monasterio también están en reconstrucción y de la misma forma se dedican a este trabajo. Unos cantan mientras aplanan la cornisa y otros bailan para apelmazar el piso sin ayuda de agua, todo al ritmo de sus cantos. Es una forma de trabajar muy autóctona.


Desde lo más alto las vistas del valle son espectaculares.


Monasterio de Sera

Este monasterio está dedicado a los niños. En su interior hay un Buda en un altar que parece que cura cualquier problema infantil. Allí entran y colocan la cabeza bajo el icono y los niños salen con la nariz pintada de negro.


Tiene una gran sala donde los jóvenes aprenden sus oraciones y está decorada con todos los colores que os podáis imaginar.

Se trata de una pequeña ciudad donde en su momento vivían cientos de monjes dedicados a la enseñanza.


En el patio, de 3 a 5 de la tarde se reúnen todos los monjes para llevar a cabo lo que llaman el Debate Court. Se trata de repasar los conocimiento sobre religión, sobre los Lamas, sobre filosofía, etc. Se reparten por todo el patio, unos monjes se sientan en unos cojines, mientras otros que permanecen en pie les hacen preguntas. Hacen la pregunta a gritos y cuando terminan se pegan un sonoro golpe en la palma de la mano. Es todo un espectáculo y alrededor de ellos estamos todos los turistas observando sus acciones, ellos impasibles siguen con su lección.




Después de ver los templos más importantes de esta ciudad, sobretodo nos quedamos con la luz y el buen sabor de boca que nos ha dejado sus gentes.

En definitiva...

Tras varios días aquí creemos entender que Lhasa se está transformando en lo que el gobierno chino pretende. Cada vez hay más barrios nuevos donde se elimina la personalidad de este pueblo. Casi todos los negocios son de chinos, y para los locales sólo queda ser reclamo turístico, presa de fotografías y algunos puestos callejeros o pequeños restaurantes, siempre dentro del corazón de la Lhasa antigua, pues fuera de ella ya se pueden ver las grandes edificaciones que los chinos están construyendo. El aeropuerto, la nueva estación de trenes, los estamentos oficiales y las sedes bancarias, indican que el futuro para los tibetanos es ‘rojo’.

Nos ha llamado la atención la falta de identidad de las cosas más tibetanas, nos referimos a la bandera. Banderas chinas ondean al viento en todo tipo de lugares, en los monasterios, en los templos e incluso en el Palacio de Potala. Tras investigar, hemos sabido que actualmente está duramente penado mostrar la bandera tibetana. Eso sí que es quitar la identidad a un pueblo.

A pesar de ser uno de los destinos turísticos más de moda entre los chinos, diferenciar chinos de tibetanos es sumamente fácil. El color de la piel, castigada por el sol y el viento no tiene nada que ver con la amarillo de los chinos. No tienen ningún rasgo en común, hemos podido ver más similitudes físicas con los mongoles que con los chinos.

Mientras paseamos por el corazón de la ciudad, los tibetanos nos buscan con la mirada para regalarnos una sonrisa y un saludo. Son increíbles. Es como si se alegrasen de ver a los occidentales. Nos hace sentir especiales, pues la mayoría de los turistas son chinos y se pasean por las calles con arrogancia. Rápidamente te das cuenta que se establece una complicidad entre ellos y nosotros. Desafortunadamente podemos ver en sus calles a mucha gente indigente, pobres pidiendo por la calle y todos ellos autóctonos.

Lo que los chinos están haciendo aquí no tiene nombre, se trata de un genocidio cultural en toda regla. Desde hace pocos años, el gobierno facilita que cualquier ciudadano pueda trasladarse al Tíbet con condiciones ventajosas, aquí les permiten tener los hijos que quieran, cosa que en resto del país está prohibida por la superpoblación existente. Hoy en día, la población ya tiene un 50% de chinos. El plan es maquiavélico y perfecto, en pocas generaciones los tibetanos se habrán extinguido. Se da la paradoja de que los tibetanos son extranjeros en su propia tierra.

Para terminar nos hemos querido saltar las advertencias y desde la distancia hemos tomado algunas instantáneas para poder documentar lo dicho, que no parezca que nos lo inventamos. Esto es una pequeñísima fracción de la presencia militar en las calles de Lhasa. No ha sido fácil, pues en cada calle y esquina, la disposición de los militares ‘espalda contra espalda’ les permitía vigilar todos los flancos.



Edificios como el teatro los militares nos lo prohibieron fotografiar, pero lo que si pudimos captar es alguna imagen de una gran plaza de reciente construcción. En ella, el ejército custodia la bandera china y al atardecer le rinden homenaje cada día, tal y como hacen en la plaza de Tiannamen. Todo esto ocurre frente al mismísimo Palacio de Potala, una provocación en toda regla.

3 comentarios:

  1. Buenas, ya he vuelto yo tambien y he visto vuestro mensaje, veo que al final no quereis volver a España. Me alegra que esteis disfrutando tanto. Abrazos Carlos A.

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  2. Fantástico! La verdad me parece una maravilla, es TAN distinto, y en efecto todo parece estar rodeado de una atmósfera mística,no se pero incluso por las fotos se percibe algo muy distinto. Los rostros marcados a "fuego" por el frío, curtidos además por el sufrimiento, pero llenos de bondad, me sorprenden e impresionan. Me ha causado cierta emoción la verdad. Seguí el día a día de los disturbios de Marzo del 2008, me impactó entonces que esos pobres monjes y ese indefenso pueblo, se enfrentaran valientemente ante el ejercito de El Gigante Rojo.
    Ya me extrañaba que no tomarais ninguna foto comprometida, corristeis un gran riesgo, pero es un prueba, de la verdad de TIBET, que los tibetanos agradecerán por pequeña que sea, de ahí seguro esas miradas cómplices, por que aunque no se tomen fotos, el testimonio de lo visto por los que circuláis como turistas,no lo pueden impedir. Aunque no "pueda" o no quiera hacer nada el resto del mundo IMPASIBLE, China tiene la posición de PODER frente al resto de los países que están economicamente a su merced.
    Muchas de las fotos, aparecen en el vídeo que te comenté, lo he bajado de nuevo a You Tube, le tengo especial cariño, por el tema y por lo que me costó sincronizar música e imágenes, la verdad sea dicha.
    http://www.youtube.com/watch?v=rSdLRvwPrps
    Si lo queréis utilizar os lo presto con sumo gusto´.

    Bss!

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  3. Ah! Casi al minuto exactamente en 0:50 de mi vídeo aparece claramente,la imagen de los ciervos custodiando la rueda de dharma.

    http://www.youtube.com/watch?v=rSdLRvwPrps

    Bss!

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